El miércoles pasado di una conferencia sobre temas del deporte conjuntamente con, posiblemente, uno de los mejores abogados del mundo en la materia. Después de la charla, un tipo que conozco y del que me había distanciado por tener la virtud de hacer siempre y en todo lo momento lo que más le convenía a él, y que tenía unas ganas locas de conocer a este abogado, se pone a conversar con el co-ponente y cuando yo iba a intervenir, me levanta la mano para que me calle. La levantó como el que espanta una mosca pesada, sin mirarla, sólo intentando apartar el zumbido dichoso. Eso, unido a otros gestos no tan evidentes, pero igual significativos, me ha servido para dos cosas: uno para mandarle a la mierda mentalmente (todavía no lo he verbalizado, pero la vida da muchas vueltas); otro, para reflexionar sobre lo tremendamente ineptos que son los trepas. He tenido la inmensa suerte de tener una 'escuela de la vida' en mi propia casa. Muchas personas salen del cascarón familiar y empiezan a descubrir la realidad. Yo no tuve que pasar por ese proceso. Uno de los roles con los que estoy familiarizado de toda la vida es el ladrón que te mete las manos en los bolsillos, te coge la cartera, te despluma, te quita el reloj… Todo ello mientras habla contigo como si no te dieras cuenta de nada. Y tú, que por H o por B no dices nada, te planteas, ¿realmente se está pensando que no me doy cuenta? Al final el ladrón se va con las manos en los bolsillos y una sonrisa de satisfacción de oreja o oreja pensando que una vez más se ha vuelto a salir con la suya, con esa sutileza con la que hace las cosas. El modus operandi del trepa es el mismo. Se acerca a ti cuando piensa que si escala sobre tus hombros podrá subir un nivel más. De la forma más evidente del mundo te pone un pie en la rodilla, otro en la cintura, luego el de la rodilla en el hombro y el de la cintura sobre la cabeza. Y sigue para arriba. Y todo ello con la absoluta convicción de que como no le llegas ni a la altura intelectual de su zapato, no te has enterado… Me da pena. Es como cuando discutes con alguien y te sale con argumentos de niño de colegio para "ganar" la discusión. No me importa demasiado que la discusión, ni que me intenten utilizar, sino que lo hagan de forma tan vasta, tan grosera, tan poco inteligente. Tengo una medio amiga que es una artista de la diplomacia. Me costó darme cuenta de que detrás de lo que dice casi siempre hay un banco de secretos que comparte sabiamente para interés personal, pero cuando me di cuenta no pude sino admirarla. Tanto que seguimos siendo "medio amigos". Y lo de "medio" no es sino porque es lo máximo que podemos llegar a ser con alguien de quien no te puedes fiar. El estilo de esta chica no es mi estilo, pero hay algo que admiro: no se piensa que todos somos tan gilipollas que no nos vamos a dar cuenta. No nos trata como si ella fuera una trilera que "siempre oculta la bolita". Al contrario. Como parte de la base de que puede obtener beneficio de muchos sitios, y siempre es capaz de sacarlo, se lleva bien con todo el mundo y cuando "te despluma" lo hace de forma elegante, casi respetuosa. Estaba pensando sobre eso y he entendido por qué Bill, el de "Kill Bill", deja que la personaje de Uma Thurman se recupere del cansancio y le da todo el tiempo del mundo antes de empezar a luchar… Ganar cobardemente es aburrido. Tener como rivales a esos ladrones de tebeo, con antifaz y todo, es penoso. El dinero que se llevan es lo de menos. Lo de más es la falta de categoría.