Hace tres días que hice tres años en Londres... Si lo uno a los veranos que pasé en Irlanda y el casi un año que pasé en Irlanda, he estado trabajando fuera de España mucho más tiempo del que he pasado allí. No sólo eso, sino que alejarte de tu entorno por tanto tiempo te acaba convirtiendo en un extranjero. Tengo la impresión de que estoy evolucionando hacia ese modelo "Valero" que llama Inés, por la cual te acabas convirtiendo en "mundo de yo" fuera del cual se mueve todo lo demás. Supongo que eso estaba en los genes, porque siempre he tenido la sensación de tener que lidiar con la soledad o, más bien, tener que lidiar conmigo mismo ya que íbamos a pasar mucho tiempo juntos… Me sorprendo a mí mismo pensando que después de tanto tiempo fuera, no sólo no quiera volver más, sino menos. Y por eso también me siento un poco apátrida, en el sentido de persona sin lugar de procedencia. Al contrario de lo que supuestamente le sucede a los adultos, yo no dejo de cambiar y evolucionar. Estoy constantemente cuestionando lo que pienso, lo que he creído, lo que acabo de decir. Y no me asusta llevarme la contraria, invalidar lo que antes decía. Y es imposible seguir mi ritmo. Estar al día de lo que pienso. Dice Meif que siempre he sido un teórico. Precisamente esa disposición teórica es la que me lleva a no poder aceptar de forma definitiva ninguna posición. Cuando alguien me hace daño, esa persona o sus motivos se vuelven un segundo plano en el análisis que llevo a cabo. No tienen ninguna importancia. Lo fundamental es por qué me ha dolido ese acto, por qué actúan así las personas. Lo que me da más vértigo es que tres años es el principio del cambio.