Hace algunas semanas ya me dieron la nota del curso de derecho del deporte. Aprobé. Fue satisfactorio, porque hacía tiempo que no estudiaba, aunque no me dejó del todo satisfecho porque saqué un 55. Aunque la nota más alta fue un 74, pienso que podría haber sacado un poco más. Supongo que forma parte de la mi carácter insaciable.
La crisis está pegando fuerte en mi sector. Mi despacho no tiene tantos clientes como antes y se nota, aunque una cosa muy buena de mi despacho es que los trabajadores son lo primero. No sólo tenemos un horario buenísimo (7,5 horas al día), sino que además siempre están preocupados por la motivación del trabajador. Si yo no estoy motivado, desde luego no es culpa suya, sino el que no me guste el trabajo que hago en sí.
Y como no conseguía trabajo en el sector legal-deportivo, propuse a los socios de mi despacho montar un departamento de derecho deportivo. Y lo aceptaron bastante entusiasmados. Así que a partir de septiembre vamos a empezar a ofrecer nuestros servicios a deportistas. Como en todo negocio, lo importante es que tengas a alguien a quien darle el servicio. Tú puedes tener un producto muy bueno, pero si no conoces a nadie que esté interesado en él, de poco sirve. Pero nosotros tenemos algunos conocidos en el sector. Abrirse paso es difícil, pero a) no tengo otra opción que salir adelante y b) si no lo intento, nunca lo conseguiré. Lo que no quería era tener mi título para dejarlo colgado en la pared y esperar a una buena oportunidad. Al fin y al cabo, en enero no tenía nada más que mi curso, y ahora llevo una web del sector en inglés.
También empecé a hacer voluntariado en una granja-escuela. Está abierta para que la visite la gente. Los fines de semana van familias con niños pequeños y entre semana van colegios y visitantes en general.
Está genial. Voy a ir medio día los fines de semana. Hay varios tipos de animales y son todos súper graciosos y súper divertidos. Lo que me da pena es que estén encerrados en sus corrales, porquerizas, establos… Salen a pasear a una zona verde más o menos amplia, pero en general están en sus zonas. Y están muy bien cuidados y atendidos, y además no los matan, sino que mueren de viejos, pero yo estaba esta semana pensando que pobrecitos que están metidos en sus jaulas.
Esto me hace pensar la incompatibilidad que tiene el hombre con la naturaleza. Se llama “desarrollar” una zona a tirar todos los árboles abajo, llenarlo de asfalto y construir un montón de casas. Si esa zona tenía animales (y siempre los hay), los animales se tienen que ir a otra parte. Y los animales también tienen su espacio vital.
Si alguna vez montara una fundación, sería para animales. Las personas son importantes, pero somos incompatibles con la naturaleza.
Yo no soy marxista, desde luego, pero ese principio o teoría por el cual el mercado tendría un momento de colapso o tope es cierto. Para que el mercado crezca, tiene que haber consumo constante y sostenido. Y eso sólo se consigue si países como China o India se incorporan al mercado. Los chinos hasta hace nada iban mayoritariamente en bicicleta. Ahora quieren más y más coches y más y más petróleo. Y después de China, ¿qué? Y no es justo – o posible – decirle a esos “países pulmón” que no se desarrollen y que se vengan a esta parte del mundo donde lo más parecido a la naturaleza es un parque nacional con zonas habilitadas para merendar. Porque tampoco se quiere que vengan…
En conclusión, que somos incompatibles con la naturaleza y nuestro desarrollo está a costa de su minoración.
