Sunday, August 09, 2009

Hace tres días que hice tres años en Londres... Si lo uno a los veranos que pasé en Irlanda y el casi un año que pasé en Irlanda, he estado trabajando fuera de España mucho más tiempo del que he pasado allí.

No sólo eso, sino que alejarte de tu entorno por tanto tiempo te acaba convirtiendo en un extranjero.

Tengo la impresión de que estoy evolucionando hacia ese modelo "Valero" que llama Inés, por la cual te acabas convirtiendo en "mundo de yo" fuera del cual se mueve todo lo demás. Supongo que eso estaba en los genes, porque siempre he tenido la sensación de tener que lidiar con la soledad o, más bien, tener que lidiar conmigo mismo ya que íbamos a pasar mucho tiempo juntos…

Me sorprendo a mí mismo pensando que después de tanto tiempo fuera, no sólo no quiera volver más, sino menos. Y por eso también me siento un poco apátrida, en el sentido de persona sin lugar de procedencia.

Al contrario de lo que supuestamente le sucede a los adultos, yo no dejo de cambiar y evolucionar. Estoy constantemente cuestionando lo que pienso, lo que he creído, lo que acabo de decir. Y no me asusta llevarme la contraria, invalidar lo que antes decía.

Y es imposible seguir mi ritmo. Estar al día de lo que pienso.

Dice Meif que siempre he sido un teórico. Precisamente esa disposición teórica es la que me lleva a no poder aceptar de forma definitiva ninguna posición. Cuando alguien me hace daño, esa persona o sus motivos se vuelven un segundo plano en el análisis que llevo a cabo. No tienen ninguna importancia. Lo fundamental es por qué me ha dolido ese acto, por qué actúan así las personas.

Lo que me da más vértigo es que tres años es el principio del cambio.

Saturday, August 08, 2009

De una forma inexplicable, siempre he generado envidia en ciertas personas. Como me molesta tanto que alguien se meta en mi vida, y envidiarme es una forma de fiscalizarme, he analizado mucho el perfil de aquel que me tenía celos para poder anular su influencia negativa.

Es verdad que hay personas que buscan tanto la admiración de los demás que se sentirían secretamente encantados de que alguien les tuviese ese amor-odio que es la envidia. Yo no. A mí me gusta pasar desapercibido. Parece contradictorio decir que no quiero llamar la atención por un lado y hacer todo tipo de actividades que generan publicidad, pero es verdad. No quiero ser el más popular del insti. Yo sólo quiero presentar mi libro y que me dejen marcharme a casa.

Es como cuando Padraig Harrison, un golfista irlandés, dijo que él no podía ser tomado como una autoridad más que en temas de golf. Que él tenía opiniones sobre política, pero eso no significaba que fueran opiniones más ilustradas que las de cualquier otro ya que él era un experto en golf, no en política.

Yo sólo pretendo hacer mis cosas sin que nadie se sienta con el derecho, o el conocimiento, de intervenir en mi vida. Y la envidia es una forma insana de hacerlo.

Por ello, después de un tiempo intentando encontrar el factor común a todos aquellos que han sentido envidia de mi en un momento dado, he llegado a la conclusión de que es gente que, en primer lugar, se cree con más derecho que yo a tener lo que creen que yo tengo. Muchas veces se hubiera podido aceptar mi presencia en determinado sector, siempre y cuando el envidioso estuviera por encima. Pero que yo, según su perspectiva, haya llegado antes o esté por encima, eso es algo que no lo puede soportar. Así que comienza una labor de desprestigio tan antigua como "la zorra y las uvas" en la que lo que yo he hecho en realidad no vale para nada.

Otro factor común del envidioso es estar inseguro de sus propios logros. Y como se tiene miedo de que, comparada con los de los demás, la situación de uno mismo quede minusvalorada, pues entonces tiene la necesidad de huir de la exposición o, en caso de ser inevitable, de poner el esfuerzo en que los logros del otro no sean válidos. He visto muchas reacciones. Desde el que ha dejado de estar en mi vida de la noche a la mañana en el momento en que me empezaron a ir bien las cosas, hasta el que intenta argumentar que todo lo que hago no cuenta porque no recibo salario por ello. En el fondo subyace una aversión a la comparación entre la vida del envidioso y la mía que ni busco, ni entiendo, ni comparto. Primero, a mí me da igual lo que hagan los demás. Si alguien tiene la ambición vital de coserse el ano, y lo consigue, yo no voy a pensar que como a mí no me gustaría coserme el ano, entonces el que lo hace debería abstenerse de ello. Cada uno tiene sus herramientas y sus aspiraciones. Si uno quiere ser ganadero, pero se fuerza a hacerse abogado y eso le trae problemas de conciencia, no entiendo por qué me tiene que implicar en sus debates internos. En la vida cada uno toma sus elecciones. Es natural medirse en comparación con los demás, pero de ahí a tener envidia a los demás es neurótico.

Por último, el envidioso es una persona infeliz consigo misma. Tengo buenas amigas que están tan satisfechas con sus vidas que es imposible que envidien a nadie. Y eso lo demuestran alegrándose con las cosas de los demás; aunque sea que por fin han podido coserse el ano. Todo lo que se plantean es: "si eso es lo que quieres y lo que te hace feliz…". Admiro a esas personas que teniendo una vida radicalmente distinta de la mía son capaces de alegrarse sin más por la mía. El envidioso no aguanta que los demás empiecen a hacer cosas varias porque eso le altera la zona de seguridad y comodidad. Si alguien se va a hacer rafting, el envidioso teme que, aunque no le gusta el agua salvaje, aunque no le interese el deporte, aunque lo que le guste sea quedarse viendo la tele, eso le vaya a generar ansiedad (envidia) de pensar que a lo mejor debería irse a hacer rafting. Así que tiene que poner en marcha el mecanismo de desprecio ("el rafting es una pérdida de tiempo, yo estoy mucho mejor trabajando") o de marginación ("los que hacen rafting son unos vagos" o "si haces rafting estás malgastando tu dinero") o de ignorancia (no querer ni oír las historias del que se fue a hacer rafting). Cualquier cosas con tal de que no suba la inseguridad, el cuestionamiento, la duda…

Así que el envidioso suele buscar ser el líder (o el "mejor") de su entorno, y salir de él lo menos posible. Si consigue encontrar un entorno más o menos estable en el que su posición no se somete a riesgos de comparación o de competición, el envidioso está estable. Controla su úlcera. Pero, cuando alguna oveja se sale del grupo e intentar llevar una vida aparte, entonces el envidioso manda no al perro pastor, sino al lobo.

Thursday, August 06, 2009

Está habiendo cierto debate en Inglaterra sobre el derecho al suicidio. Puedo estar siendo reduccionista, pero es que a veces las cosas hay que reducirlas al principio básico: el derecho a vivir no sería pleno si no existe el derecho a acabar con la propia vida. No se puede llamar a algo un derecho si hay que ejercerlo de forma obligatoria. Es como cuando en ciertas democracias se obliga a votar.

Es contradictorio, es incoherente y además es anti-liberal. Si una persona con capacidad de decidir manifiesta su voluntad de morir, ¿por qué tiene que venir Papá-Estado a decirle "mire usted, hay que vivir esperar a que la naturaleza diga cuándo tiene que morir".

César Vidal tiene el argumento estrella es que la primera ley de la eutanasia fue promulgada por los nazis. Utiliza ese argumento tal y como los progres utilizan la etiqueta "facha". Es una etiqueta intimidatoria.

Si tuviéramos que descalificar las buenas ideas sólo por el carácter de quien las propuso, seguramente no tendríamos democracia.

La razón principal por la que debería permitirse disponer de la propia vida es que no se está obligando a nadie a ejercer ese derecho. Si alguien quiere hacerlo, se puede proceder de forma segura. Y si alguien no quiere hacerlo, pues que no lo haga.

Todo el desarrollo argumentativo es secundario.

Que los médicos tienen objeción de conciencia: bueno, pues el que no quiera asistir al suicidio que no lo haga. Habrá médicos que no tengan esa objeción.

Que el Estado tiene que pagarlo en la sanidad pública: lógico, es que si no es un derecho para los que pueden pagárselo. Si no quieren crear unidades de suicidio en los hospitales, pues que creen centros específicos.

Que puede ejercerse influencia abusiva por parte de personas interesadas: ¿de verdad se puede creer alguien que por permitir a alguien suicidarse legalmente se va incrementar la influencia de las personas interesadas? Si acaso será lo contrario.

Que la voluntad tiene que ser inequívoca: cierto, para ello se pueden crear formas de expresión de la voluntad. Como el que dice, "si estoy en coma, no me despierten", o, "si para sobrevivir tengo que depender de una máquina, no me conecten".

Las personas tienen tanta avidez de libertad personal que con el tiempo la moral quedará reducida a lo básico. Y acepto que eso es muy peligroso, porque una sociedad sin moral necesita mucha ley. Pero esa razón no es suficiente, ni de lejos, para limitar las libertades individuales.