Sunday, June 14, 2009

Estaba pensando ayer en lo terrible que debe ser vivir bajo la autoridad despótica de alguien en una familia. La sensación de estar sujeto al arbitrio de alguien que ejercer su autoridad con absoluta tiranía y no saber cuándo terminará.

La casa de uno tiene que ser ese lugar en donde se encuentra protección, no en donde se sufre abuso. E incluyo en esa categoría de víctima doméstica a cualquier animal, por supuesto. Los animales, además, tienen la circunstancia de que pase el tiempo que pase, nunca podrán defenderse del ataque; siempre son la parte que sale perdiendo.

Hay una teoría bastante progre que defiende que los hijos donde están mejor es con sus padres; eso aunque los padres sean unos incompetentes (en el mejor de los casos) o unos salvajes (en el peor). Si los padres dan muestras de que se puede "trabajar con ellos", entonces dejan al hijo con los padres.

Con los animales, aún más. Como se les considera una propiedad, es prácticamente imposible quitarle a una persona su animal.

Y así, los que tienen el deber de proteger a los que no pueden defenderse, se convierten en propiciatorios del abuso.

Friday, June 12, 2009

Acabo de leer la introducción de un trabajo de Inés para su Universidad que viene a ser un hostiazo a los principios de la escuela. Algo así como si en quinto de Derecho haces un trabajo que se titula, "la ley no sirve para nada".

Ser libre pensador es una actitud excepcionalísima y además muy difícil de llevar a cabo. Es como cuando en la segunda parte de Matrix, el ordenador supremo dice que los rebeldes son parte del sistema: se utilizan para mejorarlo, encontrando sus flaquezas y empezando de nuevo.

La batalla de la vida dibuja las tendencias en blanco y negro, pero hay muchos colores intermedios que se niegan a ser agrupados bajo el mismo cromatismo. De hecho, la cosa se complica aún más, porque luego están los que imitan y los que siempre quieren ser distintos. En el fondo, ¿quién es realmente libre?

Una de las cosas de que las que se me ha acusado es de haber cambiado por influencia de Inés. Yo me "defendía" de eso, pero Sara, mi cuñada, dio una respuesta simple y contundente: en una pareja hay una influencia mutua. ¡Y qué verdad es! Si no, sería una descarga de uno en el otro; si no hubiera influencia recíproca, seríamos dos personas impermeables, que se niegan a cambiar, a entender las posturas del otro. No habríamos podido durar tres años de casados juntos en el extranjero.

Seguramente he cambiado bajo la influencia de Inés mucho más de lo que lo hice bajo la influencia de otros. Y, ahora que nadie nos oye, no sé hasta qué punto esa influencia fue buena.

Desde muy pequeño, aprendí a defender mis ideas argumentando hasta la saciedad. Desarrollando unas reglas aprendidas con ensayo error, unas reglas que mis contrincantes no respetaban, pero a las que yo me atuve hasta convertirme en el abogado que soy hoy en día. He discutido mucho con mucha gente. ¿He aprendido de ellos? No mucho. ¿Me he superado a mí mismo en el proceso? Constantemente, por una sed de "sangre dialéctica".

Sin embargo con Inés no tuve que discutir para aprender. No me tuve que justificar. No tuve que poner la pica en ristre para poder ganar espacio y elaborar. Con Inés, lo hablé, escuché, y luego reflexioné.

Y sin duda alguna he cambiado mi forma de pensar. Si tres años fuera de mi país no me hacen cambiar, debería estar preocupado. Pero eso no me hace estar más sujeto a la influencia espuria de los elementos que me rodean, sino más sabio.

Wednesday, June 10, 2009

Hace cosa de seis años fui a una lectora de cartas. Acaba de salir de una relación muy dura que me había dejado muy tocado. Como siempre pasa con estas relaciones, al final no te duele la ausencia de la otra persona, sino el retorcimiento de ti mismo que ha causado estar con una persona te quiere moldear a su gusto y pretensiones.

Así que fui a esta lectora de cartas con la esperanza escondida de que me dijera que volvería a estar con esta chica y que íbamos a ser muy felices juntos. Pero no me dijo eso.

Lo que me dijo fueron descripciones bien gráficas y definitivas sobre mi pasado, mi trabajo, mi presente y mi futuro. Unas predicciones tan detalladas – hasta en los detalles más absurdos – que me dejaron sin capacidad de comprensión.

Seis años después, está a punto de cumplirse la última predicción que me hizo. Si se cumple, me sentiré profundamente liberado y no volveré nunca más a pedir que nadie me lea las cartas. En realidad, saber (o creer saber) tu futuro, te convierte en un esclavo.

Dejando eso de lado, aceptar que alguien puede ver el futuro, es como aceptar una especie de predeterminación o de destino escrito. Para que un vidente pueda asomarse al futuro y decirte lo que te va a pasar, el futuro tiene que estar dibujado en alguna parte.

Por eso yo me planteo: ¿no será que en realidad pertenecemos al pasado? ¿No será que en realidad esta historia está siendo contada y que por eso cuando alguien mira al futuro en realidad está viendo una parte adelantada del pasado que queda por venir?