Monday, March 03, 2008

Lo que más me gusta de Londres es no tener que dar explicaciones. Eso tiene una contrapartida, y es que nadie puede interesarse suficiente como para pedírtelas, pero es el precio que hay que pagar por hacer y dejar hacer.
Aquí voy a trabajar sin planchar las camisas y no le importa a nadie. Los fines de semana me peino cuando me apetece, y no me mira nadie por la calle. El otro día vino a comer una gente y tenía puesta una gorra beisbolera para atrás – estoy rapero de los 80 – y ninguno de los que vinieron torcieron el gesto. Si me pongo unos zapatos marrones con un traje negro, el único que mira raro soy yo.