Monday, October 30, 2006

Ines



Son las once, e Inés se despierta con una sonrisa y hunde la cabeza en el edredón de pluma de pato, que se posa sobre nosotros y que junto con otro edredón de algodón y el radiador (siempre del lado de mi amor), hace que la temperatura de nuestro cuarto nunca baje de cincuenta y cinco grados centígrados... Se imagina que "pequeñito" está a su lado y que ronroneando, ha ido a poner su abrigo de pelo gris sobre su cara, y cierra los ojos para remolonear un rato antes de levantarse... Cuando vuelvo por quinta vez para ver si ya se ha levando, patalea en la cama diciendo que ya se levanta.., que es que no la dejo dormir... con una sonrisa pícara (mordiéndose el labio inferior) y cogiendo el edredón por la parte de arriba para no dejar escapar nada del calor acumulado... Inés tiene la virtud de poder remolonear ilimitadamente...

Coge la tostada que he preparado con una mirada que irradia felicidad... con un brillo en los ojos, que hacen sentirse en el centro del universo a cualquiera que mira. Y se balancea ligeramente como habiendo obtenido un premio.

Cada vez que la llamo, me contesta y me escucha y me da ánimos, y comparte todas y cada una de las cosas que hago.

Se abre camino como nadie en una ciudad que no se rinde ante los nuevos, sino que escupe de vuelta a casa sin haberse dejado tocar. En el trabajo, en el voluntariado, en el intercambio... Allá donde va, los compañeros confian en ella y sus jefes la promueven... Y afronta el futuro con humildad y sencillez, sintiendo, erróneamente, que yo la protejo, en lugar de ser ella mi abrigo, mi paraguas, mi espalda y mi brazo.

Cada vez que la veo soy tan feliz que sólo sonrío.