Sunday, January 28, 2007

Tres semanas

El viernes hacía mi tercera semana de trabajo en el nuevo despacho. Como decía la socia responsable de mi departamento, parece como si en lugar de tres semanas, llevase seis meses… Es verdad que he puesto todo de mi parte para que así sea, pero muchas veces eso no basta. En la integración de una nueva persona, siempre tiene que haber disposición de las dos partes, y desde luego todos los compañeros me han mostrado una apertura y un recibimiento que me ha hecho entrar y estar asentado “como si fuera unas zapatillas viejas”, en palabras de la socia.

La piedrecita en el zapato es el jefe español. La verdad es que es un pobre hombre y a veces me da pena. Pero la chulería y el orgullo que tiene es tan sobresaliente que cuesta mirar por encima de ello y valorar que en el fondo no es más que una pose; yo no soy su madre, soy su “empleado” o “subordinado”, de modo que no tengo por qué juzgarle por otra cosa que por su carácter profesional.

El tío tiene un miedo pavoroso a que yo sepa más que él en algo o que me de cuenta de las cosas que hace mal, de modo que reacciona con temperamento ante esos riesgos. Una postura que toma mucho es la de reírse – nerviosamente – a determinadas cosas que digo, como para colocarse de forma condescendiente y disuadirme de mis ideas. Otra postura que adopta es la de desincentivar mi iniciativa. Por ejemplo, traje un cliente nuevo, y en lugar de decirme que qué bien, me dijo que en realidad no nos hacen falta más clientes, sino que trabajemos los que tenemos. En otra ocasión, hice una propuesta de mejora de la página Web a la persona que lleva esas cosas. Y me dice, riéndose, que mejor que no haga esas propuestas porque me van a acabar odiando… Hubo un día que discrepamos sobre una estrategia legal ante un asunto y la controversia se podía resolver inmediatamente consultando el Código Civil. Como no quiso mirar el Código delante de mí, me dijo que “luego me diría algo”… Al día siguiente, cuando no yo, sino un abogado en España le dijo que había que hacerlo como lo había dicho yo, tuvo que reconocer que yo tenía razón…, matizando completamente la postura. No sólo eso… Tiene un montón de expedientes abandonados. No se ha hecho nada en ellos desde hace meses. Cada vez que un cliente llama cabreado por ese motivo…, me hace la cesión del expediente, para que sea yo quien tenga que dar la cara ante el cliente. Y cuando le comenté que la verdad es que (yo) tenía que ponerme a trabajar un montón porque había expedientes que necesitaban ponerse al día, reaccionó de la forma más chulesca y “agresiva” hasta el momento. Luego, se siente mal por ello y viene dando las gracias, preguntando “¿estás bien?” e intentando enterrar el hacha de guerra. Pero en realidad me doy cuenta de la relación íntima que hay entre sus acciones conciliadoras y la visita de nuestra jefa, la socia responsable del departamento.

En definitiva, se ve amenazado. Y la verdad es que tiene motivos. No porque yo sea mejor abogado que él, porque eso en términos globales no se puede decir. Uno puede ser mejor que otro en unas facetas determinadas, pero “mejor abogado” es algo difícil de ser. El motivo por el que se siente amenazado es que porque él es como es, no se relaciona más que con los jefes. Yo en la comida estoy en la cocina con las secretarias y las becarias – la frase se presta a chistes, lo sé…, pero es que no hay ni secretarios, ni becarios… –, me vuelvo a casa con una chica negra, una chica india y un chica blanca. Y él, la única vez que hizo referencia a ese hecho…, dijo que “hacíamos una buena foto de la integración étnica” y que aquí, “los negros también tienen Mercedes”… La frase puede ser interpretada de diversas maneras, desde luego… Por otra parte, la jefa nos invitó a Inés y a mí a cenar a su casa, está muy contenta conmigo y le “recomendó” o “impuso” a mi jefe que me llevase a una cena de abogados españoles de tal modo que me informó cinco horas antes de la cena que podía ir con él si quería…

La parte buena de esto es que estoy viéndome obligado a alcanzar unos niveles de resultado que con un jefe más laxo no tendría que cumplir. Mi inglés está mejorando sensiblemente porque cada vez que escribo una carta, está “a la caza del error”. Y eso me está ayudando a mejorar mi nivel escrito. Otra cosa buena es que le han aprobado un proyecto para abrir una oficina en España y esa oficina la quiere llevar él “a tiempo parcial”. Yo no me trago lo de que va a ser a tiempo parcial. Lo que creo es que se está financiando la vuelta a casa. A mí eso me viene de lujo, porque eso significa que al cabo de X meses, no tendré que estar más a sus órdenes y me lo habré quitado de vista. ¿Se puede pedir más a un nuevo trabajo?

A parte del personaje este, lo demás muy bien. Hay muchísimo trabajo, y mucho que aprender. La materia en sí no me motiva especialmente, pero eso no es culpa de nadie. Eso es porque a mí lo que me gusta hacer es procesal. Ir a juicios, preparar asuntos, tener que consultar la ley… Fuera del procesal, la mayor parte de las cosas son de gestión. Tienes que saber llevar un asunto por los cauces legales adecuados. Para eso, lógicamente hay que ser abogado, pero se trata más de ser una persona ordenada y hacer que los demás estén bien coordinados contigo que de aplicar el Derecho estrictamente. Hay otras especialidades que no son así. En general, cualquier actividad legal que sea más de consultoría. Pero en medio de esas dos cosas está la mayoría del ejercicio, que es gestión. A mí la gestión no me incentiva especialmente, pero no me importa hacerla durante un tiempo porque se aprende mucho. Sobre todo, se aprende a tratar con mucha gente distinta.

Así que la cosa va mejorando sensiblemente… Os mantendré informados.