Tuesday, September 25, 2007

Al hilo de lo que se hablaba en el Blog de Isabel, hoy que Inés se va a España por cinco días, me he puesto a pensar que es verdad que el trabajo es importantísimo porque es donde más tiempo pasas, pero es más importante todavía pasar todo el tiempo que puedas con aquellos que quieres, sin dar ni un sólo día por garantizado.

Me he puesto a pensar en una compañera del trabajo cuyo marido viaja por trabajo a Asia durante largas temporadas. O en el padre de mi primer amor, que era marino mercante. Seguro que el trabajo les dará grandes satisfacciones, pero te estás perdiendo la vida de la persona con la que te has casado. Y ni la vida, ni el amor, son dos "activos fijos".

No se trata de que el trabajo sólo te acompañará hasta los 65, y que la vida te puede desaparecer en cualquier momento, sino de que un día te puedes dar cuenta de que la persona que tienes al lado es una completa estraña, y que ya ni recuerdas los motivos por los que decidiste casarte con ella.

Cierto, esta falta de reconocimiento marital le puede pasar a cualquiera, pero también puede desaparecer la vida en cualquier momento y no poder ello dejamos de seguir viviendo. Aún más, ese riesgo es el que nos debe hacer reflexionar y aprovechar el tiempo que pueda durar ese amor, no justificar la falta de haberlo vivido.

Muchas veces he pensado el trabajo es el 70% de lo que necesito para ser feliz. Pero hoy me doy cuenta de que eso es una gran equivocación. El trabajo es muy importante, pero sin Inés, sin Byron, sin mi familia y mis amigos, podría tener el mejor trabajo del mundo y ser el tío más pobre del mundo. Sin embargo, con Inés, con Byron, con mi familia y con mis amigos, el trabajo más aburrido se podría soportar. Y en ese escenario, elegir el mejor trabajo, a pesar de los sacrificios vitales y a cuenta del amor que lo demás me tienen, es una apuesta estúpida.