Saturday, February 16, 2008

A veces tengo la sensación de andar dormido. Si no dormido, por lo menos con el agotamiento que precede al sueño. Cuando estuve en Madrid el fin de semana pasado, me recordaron una cosa que había pasado: el suicidio de un chaval que yo sólo conocía de oídas, pero que había sido un gran amor de una amiga. También me recordaron la muerte de un familiar de un amigo mío al que yo tenía muchísimo cariño. La muerte tiene una virtud y es que despierta mucho a los que no la han padecido. Y vuelves a hacer propósitos vitales, y vuelves a prometerte que tienes que actuar de tal o cual manera.., hasta la próxima muerte.
Entre tanto, vas creciendo en edad, y hablando y preocupándote exactamente de las mismas cosas que hablabas y te preocupaban con 3, 15, 21, 30…: la soledad, el amor. Cómo conjugar el desarrollo personal y las satisfacciones individuales con que los demás te quieran.
Y vuelves a dormirte, y vuelves a despertarte cuando tienes 44, y se ha muerto otra persona cercana, o te separas de tu pareja porque has acumulado demasiadas satisfacciones individuales que han crecido como un muro entre los dos.
En definitiva, no creo que nunca se aprenda a ser feliz o a vivir. Siempre creeremos que los demás sí lo han conseguido, que cuando se crezca se habrán superado determinados conflictos, como si una vida pudiese superar siglos de pensamiento frustrado, pero al final sólo nos quedará la risa.