Monday, May 12, 2008

Ayer hablaba con Chicha de la abogacía y los quemazones del trabajo... Ya sabéis..., mi tema. Si Kitch Consultant siempre habla de la consultoría, yo siempre de los RRHH…(parezco sindicalista…, de los buenos, claro…).

Y recordaba algo que me contó mi amiga Molly acerca de la cantidad de abogados que deja la profesión en Estados Unidos. Y eso que allí hacerse abogado es doscientas veces más difícil que en España o Inglaterra porque tienen que sacarse una carrera, luego estudiar derecho y luego pasar un examen del Colegio de Abogados. No recuerdo el porcentaje, pero me dijo que había un número enorme de abogados que dejan su profesión y hacen otra cosa.

Y yo me pregunto… ¿qué tiene la abogacía que todo el mundo la aborrece? Porque por ejemplo la fontanería puede gustarte o no gustarte, puedes quererla o no para tu hijo, pero la gente no va por ahí haciendo chistes de fontaneros. Si acaso, tiene fantasías sexuales con los fontaneros.., pero no hace chistes.

Pues yo creo que la abogacía tiene varios temas por los que muchos la odian.

Uno, es profundamente sofista. Los abogados aparentamos no tener un criterio. Parecemos mercenarios que hacen de soldado del mejor postor. Como el abogado del “carcelero austriaco”, por ejemplo. O como un tipo que conocí hace poco que dice que hace turno de oficio porque es la única oportunidad que tiene de defender a un violador o a un asesino… ¿Quién es más inmoral?, ¿el asesino o el que le prepara la salida?, ¿el que le da una salida o el que le saca definitivamente? Porque claro, si el asesino ve que tiene un tiene un abogado que le saca de la cárcel cada vez que hace algo, se refuerza en su actitud…

Dos, el abogado maneja un vocabulario que le protege. Si tú le dices a alguien “repercutir un IVA” o “actuar dolosamente”, puede entender por dónde van los tiros, pero por encima de todo piensa que podrías decir a las claras que “me cobras el IVA” o “tienes intención de”. Como los abogados tenemos esa nomenclatura, esa jerga, los no abogados desconfían. En eso compartimos desconfianza con los médicos. Pero la diferencia es que el médico le da una medicina y el abogado le saca de apuros o le evita meterse en ellos, pero es mucho menos tangible.

Tres, el abogado cobra mucho más de lo que parece que se merece. Sobre todo porque a veces es más rico que sus clientes. Si tu fontanero llega en un Ferrari, seguramente no le vuelvas a contratar. Si tu electricista va mejor vestido que tú y no se mancha o no te rompe un trozo de pared para hacer algo, no le volverás a llamar. La gente quiere que sus “sirvientes” se ensucien, lo pasen mal, se esfuercen. Los abogados no aparecen sudando, con la cara manchada… Al contrario, procuran ser más elegantes que el propio cliente. Procuran conducir un coche mejor que el del cliente. Y eso le hace pensar al cliente que está pagando mucho dinero, mucho más del que debería.

Cuatro, el abogado tiende a ser conservador y si no lo es, se acaba volviendo conservador con el tiempo. La ley ordena y organiza el comportamiento social. Cuando la gente se ve envuelta con los abogados suele ser porque no ha actuado de conformidad con el adecuado comportamiento social. Si todo lo hacen bien, intentarán ahorrarse al abogado. El abogado se convierte en un agente de la ley. Manejar tanto la ley te hace ser un amanta de la estructura permanente.
Eso explica por qué la gente detesta a los abogados. Lo que no explica es por qué los abogados acabamos hartos de la abogacía. Eso lo dejo para otro día.