No sé si es la edad, la distancia, o el Valerismo, pero tengo la sensación que cada vez me vuelvo más gruñón o menos paciente. Creo que conservo la generosidad y he crecido en ver mis errores con más claridad. Posiblemente por esa misma razón, porque tengo más experiencia y he visto muchas cosas, pongo el punto y final con más rigidez.

Digo esto porque estoy cansado de tener que lidiar con el menosprecio y las ganas de hacer sentir a los demás mal por hacer algo a lo que el que acusa no se atreve hacer. No es algo extraño ni aislado. Desafortunadamente, es algo innato al crecimiento. Hay quien cuando hace sus elecciones se siente inseguro si los demás hacen elecciones distintas.

Esto es como ese odio que tienen algunos a la sexualidad en sus diferentes formas. Como hay quien no pudo, no supo o no quiso hacer algo, va por la vida odiando a los que la ejercen de su peculiar forma. O como los que se quedan en casa de sus padres e intentan hacer sentir mal a los que optaron por irse. O como el que quiere hacerse pintor (de cuadros) y hay quien, con la mejor intención por supuesto, intentar convencer al artista de que se equivoca.

Estoy muy harto de esa actitud. Estoy harto de ejercer mi vida de la forma que quiero y que haya quien, por envidia, por inseguridad o por imbecilidad tengan que juzgarla e intenten "atraerme a la tierra" con una soga. Yo no lo digo a nadie cómo tiene que vivir su vida y, en última instancia, me resulta indiferente si alguien quiere alimentarse a base de cereales o clavarse chinchetas en los pies. Si la persona está contenta, entonces yo no tengo nada que decir. Y si la persona no lo está, entonces no bailo sobre su tumba.

Según crezco me quedan menos amigos. No me extrañaría que algún día no me quedase ninguno, así es la vida. Lo que si que tengo claro es que nunca me he dejado dominar y no lo voy a hacer ahora con algo más de 30 años. Si con 15 ni mis padres podían conmigo, no voy a desanimarme ahora porque alguien tenga pesadillas por la forma en que tomo mis decisiones.