Wednesday, August 09, 2006

Una posta en el camino

Poco a poco, de una forma tan efectiva que no deja entrever mi tendencia cansina a sentarme y esperar que todo ocurra a mi alrededor, voy haciendome (perdon por las tildes, pero estoy en Londres y aqui los teclados no estan preparados...) con mi casa y mi barrio. Cuanto mas tiempo paso en la casa, mas me gusta. No es la tipica caja de cerrillas a las que se van los espanoles (perdon por las enes, pero aqui tampoco estan preparados para eso...); es toda una vivienda...

Como no tengo internet en casa, escribo todo en el ordenador portatil y ahora aprovecho para introducirlo. Es un poco rollo; podeis saltaros unos parrafos cuando querais...

Miércoles:

Final de mi tercera jornada londinense… Se me agolpan las ideas en la cabeza, los comentarios que quiero hacer, las quejas, los lamentos, las alegrías, las ganas de contar todo lo que veo cual periodista infantil.

Hoy he tenido una experiencia un poco amarga. Los acontecimientos, claro, tienen el valor que cada uno les quiera dar. Para bien o para mal, soy muy reflexivo; un buen ejemplo de ello es que muchas veces me encuentro repasando mis hábitos de conducción y lo de otros conductores, para intentar corregir los errores que haya podido cometer y para intentar mejorar… Es decir, que mi materia gris está repleta de “pensamiento inútil” (por así decirlo), que me lleva a guardar, innecesariamente, la situación a la que me refería antes…: voy a un “Pret á Manger”, que es, en pocas palabras, una sandwichería, en la que tu le dices a una camarera de qué quieres tu emparedado. Me acerco a la camarera que le estaba haciendo un comentario bastante borde a un compañero suyo, y le digo que si tenía vacantes. La pequeña post-adolescente (no tendría más de veinte años) que, para más indicaciones, reunía el perfil ario inglés, me dice que vaya al fondo de la tienda y que coja el teléfono que hay para llamar a los de Recursos Humanos. Según me daba la vuelta, oía las risitas de la otra compañera – de estas que en los juicios de Nurëmberg dijeron aquello de que ell@s no fueron… – y veo que allí no había ningún teléfono, así que, sin darme la vuelta, cojo la puerta y me voy. Ganas de haber vuelto a decirle que era una zorra no me faltaban, pero no iba a ganar nada con ello, además de que al final ella iba a poder contar la historia diciendo: “ha venido un español de mierda a la tienda y me ha llamado zorra” y toda su culpabilidad, si es que la tuviera, habría desaparecido. Al final los roles de víctima y verdugo se habrían invertido, y todo ello sin obtener el resultado buscado, porque ni la chica iba a sentirse más zorra porque yo se lo recordase ni yo iba a obtener el trabajo que, a esas alturas, ni si quiera me interesaba…

Reflexión. Hay quien, cuando tiene trabajo, se olvida de que antes no lo tenía y, aún más, de que ese trabajo no está en propiedad. El mercado cambia y quien antes está de gerente puede encontrarse de mozo en el último escalafón. Esa aprendiz de cacique probablemente sea la única angloparlante de un bar que, en el fondo, no es más que un número en la infinita cifra de bares y restaurantes de Londres. Y se olvida de que los trabajadores que tiene a su lado, además de negros, blancos no británicos, chinos, hispanos, latinos…, son personas que están ganándose la vida trabajando, como ella. Y se olvida o, más bien, no quiere reconocer que para que ella pueda sentirse a salvo en la estructura social, tiene que venir un tipo tan anónimo como yo, para ejercer la función de aprendiz de sandwichero. En definitiva, que si no hubiera una buena bolsa de inmigrantes que buscan trabajo en el sector de la hostelería nadie sacaría las basuras a la calle. ¿Quién sirve los cafés aquí?, ¿quién recoge las entradas en los cines?, ¿quién conduce los autobuses?, ¿quién pela las patatas?, precisamente esos a los que la sandwichera trata como si fueran un chiste que contar en el próximo descanso del pitillito. Y gracias a ello ella puede mantener su estatus social.

No estoy buscando trabajo en bares y cafeterías. Lo estoy buscando principalmente en tiendas; en la hostelería simplemente voy a aquellos sitios en los que no tengas que salir de la barra. También sigo buscando de abogado, pero con muchas más limitaciones ya que tengo que pagar por el uso de internet.

También estoy en conversaciones con un despacho de abogados español que tiene oficina aquí. El miércoles de la semana que viene tendré una tercera entrevista (las dos primeras han sido un poco informales). Pero, teniendo en cuenta los gritos agónicos que da nuestra cuenta corriente, sería interesante apuntalar con los fines de semana nuestros ingresos – al menos durante unos meses –.

La permanencia en el trabajo mecaniza. Un puesto de trabajo en el que se lleva mucho tiempo convierte lo demás en ajeno y desconocido. Aún más, hace que la seguridad esté en lo conocido y la inseguridad en lo potencial. Esa fuerza hace que muchas personas no cambien de trabajo, aunque se encuentren mal en él, y que se digan así mismas que, en realidad, en los demás sitios van a estar igual de mal. Al final te conviertes en una pieza fundamental del engranaje de la empresa de que formas parte. Eso, desde luego, tiene sus ventajas: es más difícil sustituirte y el coste de perderte es mayor. Pero también sus desventajas: la posibilidad de reciclaje.

¿Por qué, entre otras mucha razones, dejé yo mi trabajo en Madrid para venirme aquí a este nuevo océano? Porque después de tres años y medio haciendo lo mismo era un súper especialista con grandes resultados ideal para el puesto que estaba desarrollando. Si tres años y medio se hubieran convertido en cinco…, seis…, diez años, todo mi valor profesional sería igual a cero en un mercado laboral abierto. Estaría tan sistematizado y tan hecho a mi silla, a mi ordenador, a mis clientes, a mis compañeros, que fuera de mi trabajo sería como esos ex presidiarios que aparecen en la película de “Cadena Perpetua”. Era ahora o nunca cuando tenía que cambiar y sobreponerme a las dificultades de añadir una experiencia que me diera más valor y no me lo restase.

Buscar trabajo, no por internet y desde casa, sino de tienda en tienda y de café en café, me está poniendo un poco en mi sitio. Nadie me ha dicho que sí tenían vacantes, pero que a mí no me cogían, claro está, pero sí que me han dicho muchas veces que no tenían nada de momento, sin mayor sugerencia. No me pedían el teléfono porque sabían que detrás de mí iba a venir otro y otro y otro así hasta el día en que necesiten a alguien. En algunos sitios he dejado el currículum (un poco adaptado a las circunstancias), en un sitio hasta me han dicho que creía que sí tenían vacantes. De todos los currículos que he dejado, sinceramente, los que más me gustaría que tuvieran éxito son los de los videoclubes y los de los cines. Seguro que de todo se harta uno, pero trabajar en sitio en el que puedes ver pelis me parece un sitio genial.

Es duro buscar trabajo a pie. Es muy duro y además da mucha vergüenza. Te pones a merced de un empleado más que no está para dar trabajo a la gente, sino para atender a clientes. Le estás dando el privilegio de hacer contigo lo que ha hecho la inglesita que mencionaba al principio y, así somos, no es raro hacer uso de ese poder. Recibir un no tras otro, aunque esté sobradamente motivado, une a la vergüenza del momento la desesperanza e incertidumbre… ¿Saldrá algo?, ¿conseguiré trabajo? Seguramente el porcentaje de éxito es directamente proporcional al número de lugares en que se pregunta y yo estoy siendo muy selectivo. Un ejemplo: estoy dejando el currículum en bancos… (con dos cojones!!!), pero es que una amiga nos dijo que los cajeros de los bancos tienen una formación equivalente a la de un cajero de un supermercado.

Al final del día me dolían los pies, las piernas y tenía un cierto grado de desmoralización porque no sé si voy a encontrar algo. Resultado paradójico: he empezado a valorar muchísimo más el trabajo de abogado en el despacho de Abogados español… - el trabajo para el que llevo dos entrevistas y tengo una tercera el miércoles -.

Mañana jueves (escribo esto un miércoles…, evidentemente, pero es posible que lo publique el jueves o el viernes) me iré a más tiendas: H & M y a esas tiendas en las que somos bien recibidos (por fin!!!): ZARA. Es curioso…, pero en las ofertas de trabajo de ZARA no se pide saber español…, sino saber INGLÉS!!! Supongo que me tendré que vestir todo lo metrosexual que me deje mi limitado vestuario para pedir trabajo allí. De todas maneras he mirado las ofertas de ZARA en Londres y prácticamente no había nada. En Marks and Spencer te piden dos referencias y tener un número de la seguridad social (que, cómo no, sólo te dan si tienes trabajo), lo cual es una forma “elegante” de decirte que si no has trabajado nunca en Inglaterra, no hagas la prueba con ellos…

En definitiva…, yo no “soy abogado”, como prueban el hecho mismo de que pueda convertirme en cancelador de entradas en un cine londinense de la noche a la mañana. Tampoco seré camarero, ni sandwichero, ni director general de Zara en Londres (ya que estamos…). Al final, trabaje en lo que trabaje, tendré que estar contento del privilegio que supone haber conseguido un puesto en esta urbe.

Hay muchas personas que consideran, considerarían y considerarán que dejar un trabajo como el mío para venir a hacer sándwiches a Londres es una decisión temeraria y hasta estúpida. Como la necedad es un concepto poco bastante indeterminado, no cabe mucha discusión sobre el tema (además, una de las millones de cosas que he aprendido de Inés es no discutir más de lo estrictamente necesario…; a lo mejor por eso me cansé del procesal…). Frente a esa opinión, yo no me arrepiento de ninguno de los trabajos que he hecho: desde repartidor de pizzas a pie (menos no se puede hacer) hasta abogado, pasando por friega platos, camarero, supervisor de almacén… Y como la vida no es una progresión (ni aritmética, ni geométrica, sino que es una montaña rusa, lo que no voy a hacer es caer en la tentación de creerme que siempre voy a poder trabajar en algo mejor que lo anterior. Por ello, ser yo mismo el que elijo dejar algo, porque no me han despedido de ningún sitio, y voluntariamente dar un paso atrás para poder dar más pasos hacia delante no me parece un error, sino una decisión estratégica.

Una de las cosas que más admiro de Inés ha sido su paso por la hostelería y la atención al cliente; incluso el de cartera.., para el que tenía que levantarse a las cinco y media de la mañana. Esos trabajos no estaban bien pagados ni eran especialmente entretenidos. En muchos momentos eran muy aburridos, pero a mí me parece que esos trabajos la han hecho ser más valiente, más audaz y, sobre todo, muchísimos menos prejuiciosa de lo que son muchas personas que han seguido una trayectoria… más cómoda...

Librepensadores los hay de todas las clases y colores; no estoy intentando imponer un estilo; sólo digo que este abrazo voluntario a la parte más ingrata del trabajo no me parece estúpido, sino muy inspirador.

Bueno, querids tods, os dejo por hoy. No por ganas, sino por falta de ideas…

Besos y abrazos,

Alfons.


Jueves:

Llego a casa después de un largo día de búsqueda trabajo en el que he dejado montones de currículos – serios y menos serios –, he presentado solicitudes de trabajo en dos ZARAs, en tres Starbucks y en un cine… Sigo manteniendo que los cines son los que más me interesan… Tener incluido en el sueldo ver pelis es un lujo…, sobre todo aquí que el cine es carísimo…

Si ayer me sorprendía la actitud de las inglesas del “Pret á Manger”, hoy no me ha llamado la atención en absoluto la actitud de los inmigrantes que ya tienen el puesto. En algunos sitios los inmigrantes a los que preguntaba por una instancia para trabajo eran los más bordes de todos… Es curioso. Primero nos jode que no nos den trabajo porque cuesta muchísimo encontrarlo; luego nos jode que otro llegue preguntando por ello. ¡Qué poca visión!, ¡qué gregarismo! Es lo que decía hace unos días: no nos molestan los tiranos, sino que el tirano no sea uno mismo…

Además de todo lo anterior he participado en un proceso de selección del ABBEY, que es ese banco que compró el Banco Santander… La participación era abierta, de modo que podía ir cualquiera que quisiera participar. Como estos ingleses son así, en lugar de hacer una dinámica de grupo y descartarse a dos tercios de los candidatos de golpe, nos han entrevistado a todos, uno por uno. Cuando yo he llegado no tenía ni idea de para qué era el trabajo. En una sucursal me dijeron que iban a hacer un proceso de selección en otra sucursal y fui. Cuando llegué, vi un cartel del trabajo que era: “ventas”. Como no tenía nada mejor que hacer, pensé que hacer una entrevista es siempre una buena práctica…

La entrevista, todo lo bien que podría esperarse. Tirada de pisto por allí, venta de moto por allá, flores por delante y por detrás, y una apelación peripatética de los valores del “SCH”… A la postre, ni soy contable, ni tengo experiencia en ventas, ni tengo mucho que aportarles. Algunas de mis respuestas:

¿Tienes experiencia en ventas?

o Sí, por supuesto, porque en el despacho en el que estaba tenía que traer clientes nuevos y generar lealtad en los que ya teníamos. En eso tenía mucha práctica y cuando me fui muchos de mis clientes querían mi correo electrónico; una incluso me dijo que muchísimas gracias por mi apoyo en todo momento….

¿Qué tal respondes bajo presión?

o Yo respondo mejor bajo presión; me encanta trabajar bajo presión; prefiero trabajar bajo presión que sin ella…

¿Por qué ABBEY?

o Abbey es el banco del futuro. Es el banco que va a liderar la modernización de la banca inglesa (eso se lo he fusilado a Humberto). De aquí a cinco años todos los bancos estarán detrás de ABBEY (eso también se lo he fusilado a Humberto…).

¿Qué puedes aportar tú a ABBEY?

o Que soy una minoría étnica en la plantilla del banco y el consejo de mis amigos…


No me llamarán, pero no pasa nada… En primer lugar porque eso de tener que vender cuentas de ahorro, seguros e hipotecas (si las quieres las tomas y si no las dejas) seguramente no es lo mío. En segundo lugar, porque cuando a Don Emilio se le ocurra que hay que cepillarse a dos mil tíos para ser más efectivos, el primero en la lista sería yo. En tercer lugar porque si mi permanencia depende de mis ventas, estoy seguro de que no duraría ni dos meses.

Hoy he comprendido una cosa muy importante para buscar trabajo y no desesperarse: que es muy difícil que la respuesta sea inmediata. Primero hay que dejar CV por todas partes y luego llaman… Por otro lado, lo cierto es que en varios sitios me han dicho que agosto es un mes muy calmado y septiembre es mucho mejor.