Tuesday, December 09, 2008

[Últimamente he recibido dos comentarios positivos acerca de mis entradas en el Blog… Y NO, no ha sido de mi “público” ideológico tradicional… Me pregunto si será que ahora que me he hecho de UPyD habré cambiado el discurso…]

El libre mercado viene sostenido por una ironía social-demócrata (con la que estoy totalmente de acuerdo): el Estado siempre nos sacará de los apuros.

¿Damos unas hipotecas basura que acaban con el sistema bancario internacional? El Estado nos financia. ¿Concedemos tarjetas de crédito que van destinadas íntegramente a pagar deuda que luego termina impagada? No importa, el Estado nos auxilia. ¿Mi empresa se ha ido a la mierda porque soy un gestor lamentable? No pasa nada, el Estado se hará cargo de los desempleados.

En ese contexto los republicanos americanos – posiblemente el grupo cívico occidental con más preocupación por el dinero del contribuyente – lo tienen muy claro: “los platos rotos se los paga usted, Sr. Banquero”, y “ustedes, señores desempleados, haber buscado mejor”. Esos planteamientos son la única coherencia del libre mercado.

Lo demás o es incoherencia o es bardemismo.

Decía mi querido amigo H que los crisis venía causada por el exceso de regulación. Yo no sé tanta economía como H, pero hay una cosa que tengo clara: los bancos de Reino Unido han seguido la política tacherista de la auto-regulación. El gobierno no les va a decir lo que tienen que hacer: ustedes produzcan dinero y sean muy rentables. Si hacen eso, entonces les dejaré que se auto-controlen.

Si H hubiera dicho “exceso de intervencionismo”, estaría totalmente de acuerdo.

Pero volvamos al tema: libre mercado.

El individuo empresario lleva a cabo su negocio en la sociedad. Existe tanto en cuanto los consumidores adquieren sus productos o sus servicios. Y se nutre de trabajadores que ayudan a hacer crecer la empresa.

Pensar que el empresario lleva su actividad con plena independencia social es una ficción. Y además es una ficción peligrosa. Porque cuando el banquero llama a las puertas del gobierno para que le den dinero para reflotar el sistema financiero, no puede sostener que es la primera vez que ha necesitado del Estado porque para empezar la práctica totalidad de la sociedad tiene su dinero en el banco; de otra manera no existiría el mercado.

De la misma manera, esa actitud por la cual el funcionario vago malgasta el dinero del contribuyente y el trabajador por cuenta ajena vago es “cosa del empresario” es errónea: el día que ese empresario se hunda, todos esos trabajadores van a acabar en las colas del paro a recibir subsidios estatales.

En definitiva, como el último resorte del mercado va a ser el Estado (o los contribuyentes), eso de dejar a los individuos que decidan sobre cuestiones que nos afectan a todos no me parece liberalismo, me parece temerario.

Porque cuando el erario público gasta dinero ingente en subvenciones – y no controla el correcto empleo de dinero – confiando en la responsabilidad del receptor, no pone en peligro el dinero subvencionado, sino las consecuencias de la inversión.