Sunday, February 15, 2009

Para los españoles, la historia de España se divide en dos: pre-Franco y Franco y post-Franco. Los españoles se sienten unos expertos en la segunda parte y admiten un conocimiento limitado de la parte anterior.

Franco se ha convertido en ese culo que todos pateamos como una cuestión de principios. De esta manera, la derecha se presenta ante una izquierda desconfiada como democrática (famosa pregunta izquierdista: “sólo dime una cosa, ¿estás en contra de Franco?”, cuya respuesta es el salvoconducto para continuar hablando).  La izquierda lleva a Franco en el bolsillo, para arrojárselo los contrarios de los que quiere deshacerse.

En definitiva, que cuando salen algunos políticos diciendo que Ley de la Memoria Histórica no porque no supera la transición, cabe hacerse dos preguntas: una, ¿correr un (es)túpido velo sobre lo anterior no es cerrar en falso?; y dos, ¿por qué es contrario a la paz de la sociedad revisar su historia?

Como decía Pío Moa (ese historiador al que Almudena Grandes propone quemarle los libros, siguiendo una institución tan española como la Inquisición), yo no le tengo ningún miedo a que se revise la historia. La historia de un pueblo hay que saberla y digerirla para poder pasar página.

Cuando estuvimos en Berlín había restos del Muro, había lugares que recordaban dónde estuvieron lugares del nazismo, dónde estuvo el búnker de Hitler… Evidentemente no están orgullosos de eso, pero lo recuerdan para enseñar el horror y para que no se repita.

Lo que pasa es que en España la historia no se estudia o se revisa, sino que se arroja. Por eso a Santiago Carrillo le cabrea tanto que algunos autores recuerden Paracuellos del Jarama. Porque Carrillo lo que quiere es que Franco sea una losa tan pesada sobre las cabezas de los investigadores que no puedan mirar más allá del año 39.

Muchas veces se dice lo que se cuando no se conoce la historia, se puede repetir. No sé si eso es cierto o no porque muchas veces se repiten los horrores, pero corregidos y aumentados. Yo creo que lo importante de la historia es que los oportunistas que se erigen sobre sus restos para justificar sus pretensiones no puedan mentir. La Historia, en definitiva, es la mejor Educación para la Ciudadanía que se puede enseñar.